Es realmente raro, porque siento que en mi vida todo está “bien”. No entendía lo que pasaba y la verdad no pude más. Solo me dejé sentir, así sin más ni menos, con todo el drama que ello implica y permití sentirme cada vez peor, pero con el fin de sentirme mejor.
Suena raro, aun así, perdí la esperanza de sentirme bien, antes de sentirme mejor.
Hoy me di cuenta que a veces sanar implica meterme en las profundas aguas de sensaciones incómodas que mueven mi cuerpo y me regalé ese instante, dándome permiso de temblar, de llorar, de convulsionar, de sudar y de arder, mientras todas esas toxinas iban saliendo de mi cuerpo.
Liberé toda esa energía, toda esa emoción que estaba en ese momento y aun cuando mi mente me decía “estás empeorando”, “no avanzas nada” y aun dentro de la certeza de que suelo no ser tan compasiva en esos instantes, mi corazón sabía que estaba perfectamente bien, que lo estaba haciendo bien.
¿Es raro no? Parece toda una contradicción.
Me di cuenta que la verdadera sanación radica en el coraje, en la confianza, en dejar ser y sentir lo que está pasando y hacer conexión con cada aliento y con cada emoción. Asumiendo que se puede tomar más fuerza antes de desaparecer.
Al final, después de toda esta marea alta, de esas olas gigantescas y de ese mar de emociones encontradas; me sentí más enamorada de mí misma tal, así como estaba en ese momento, sin importar el futuro, permitiéndome sentir y vivir desde el cuerpo y dejando que mi mente al final cayera de rodillas agradecida.